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lunes, 2 de julio de 2012

La Plata: Un 20 de junio singular en La Fortaleza


La niebla invernal desafiaba el protagonismo del amanecer radiante. Ya había dentro de muchas casas del barrio nerviosos preparativos de las familias que cocinaban pastelitos, empanadas y tortas para llevar a la “Feria del Plato”. En la Casa del Niño "Arco Iris" los improvisados “plomos” armaban el sonido y ya se templaba la guitarra de algún cantor.
Un muchacho, virtualmente colgado del dintel del amplio corredor de la casona, ataba una bandera que cubría todo su ancho, las señoras inflaban globos celestes y blancos y los colgaban en ramilletes sobre la reja, y las maestras calentaban el chocolate para repartir en la fiesta.
Casa del Niño "Arco Iris"
Los estudiantes del secundario para adultos del Programa FinES 2 habían organizado su homenaje a la bandera. En la comisión que funciona los martes y jueves, votaron a sus abanderados siguiendo los valores que ellos mismos acordaron: responsabilidad, compañerismo y asistencia.
A eso de las 11 de la mañana empezó el acto, destacando en su discurso de apertura el homenaje a don Manuel Belgrano, como redactor del primer programa de educación popular en 1798. Inmediatamente, ingresó la Abanderada Analía Maciel, y sus escoltas Daniela Bueno y Marcelo Romero.
El Himno Nacional, interpretado en vivo por la Escuela de Música Resonancias, invadió la quietud de las calles del barrio La Fortaleza. La fiel entonación del Coro Azahares ponía “alta en cielo un águila guerrera”, y el vecindario transformado en protagonista del homenaje, se apropiaba de la Patria y la abrigaba al calor del barrio.
El sol ya brillaba sobre las cabecitas de unos chicos, que observaban curiosos con su vasito de chocolate humeante todo el acontecimiento desde las escaleras de un tobogán.
Terminado el acto formal empezó la fiesta popular, los jóvenes del Ballet de la Casa de la Cultura enfundados en su impecable vestimenta tradicionalista, impulsaron una atractiva dinámica, mientras que el público muñido de su empanada y su termo apreciaba la suave cadencia de una zamba.
Una camioneta con megáfono ofrecía papas a dos kilos por cuatro pesos, un perrito distraído subido al escenario, a lo lejos una sierra y un martillo afirmaban una casilla de madera, y a grito pelado la voz y la guitarra de Gabriel, el joven cantautor de Villa Elisa, sorprendía al público.
Don Manuel Belgrano se arropó, se dio vuelta en su lecho, y con una sonrisa esperanzada siguió su eterno descanso, hoy había estado en La Fortaleza.

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